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Gianni Rodari estaba convencido de que "los errores no están en las palabras, sino en las cosas; hay que corregir los dictados, pero sobre todo hay que corregi Seguir leyendo
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Gianni Rodari estaba convencido de que "los errores no están en las palabras, sino en las cosas; hay que corregir los dictados, pero sobre todo hay que corregir el mundo"; de ahí nacen las historias y las rimas de este libro lleno de personajes divertidos y estrafalarios, y bastantes errores ortográficos y gramaticales. Pero que no cunda el pánico: para corregir los errores, el "maestro" Gianni usaba una valiosa gramática de la fantasía capaz de permitirnos a todos, a través de la sonrisa, el uso total de la palabra, "no para que todo el mundo sea artista, sino para que nadie sea esclavo" ¿Vale la pena que un niño aprenda llorando lo que puede aprender riendo? Si se juntaran todas las lágrimas vertidas en los cinco continentes por culpa de la ortografía, se obtendría una cascada que podría utilizarse para producir energía eléctrica. Claro que el coste de esta energía me parecería excesivo. Los errores son necesarios, útiles como el pan y a menudo también hermosos: un ejemplo es la torre de Pisa. Este libro está lleno de errores, y no son solo faltas de ortografía. Algunos son evidentes a simple vista, otros están escondidos en adivinanzas. Algunos están en verso, otros en prosa. No todos son errores infantiles, lo cual responde perfectamente a la realidad: el mundo sería maravilloso si solo se equivocaran los niños. Entre padres podemos decirlo, pero no está mal que también lo sepan los chiquillos.
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