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Los señores Smirth han probado todo tipo de métodos para transmitir a Primo los sanos valores de la vida: la codicia y el egoísmo. Al fin y al cabo, lo traje Seguir leyendo
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Los señores Smirth han probado todo tipo de métodos para transmitir a Primo los sanos valores de la vida: la codicia y el egoísmo. Al fin y al cabo, lo trajeron al mundo solo por eso: para ser su digno heredero. Sin embargo, Primo se revela un desastre: ¡presta dinero gratis! ¡Desbarata embrollos perfectos! En definitiva, es un niño bueno, más que bueno, ¡buenísimo! ¿Cómo remediarlo? Se precisaría una escuela adecuada, con un director rígido, educadores severos y compañeros terribles que sirvieran de modelo. ¿Pero existe una escuela así? Claro: es la Universidad de Todomío. Y una mañana gélida, Primo es abandonado frente a su portón. Si creéis que ese es su fin, os equivocáis de medio a medio. Nunca hay que infravalorar los cambios (y las carcajadas) que un niño de bondad incorregible es capaz de desencadenar en el mundo.
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